
Ha sido tras una risa en exceso eufórica cuando tu semblante me ha hablado de un pesar tan hondo, que mis palabras habrían sido insustanciales y mi consuelo indigno.
He decidido callar y acurrucarte en mis brazos, mientras, nuestras cuatro pupilas se pierden en el juego de las ramas de los chopos
Y el silencio nos acompaña.
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